Esta casa pertenece a mi familia desde el siglo XIX. Aquí nació mi madre, mi abuelo y el abuelo de mi madre…
A lo largo de los años la casa se fue adaptando a las necesidades de la familia, pasó de ser una pequeña casa de una planta, al actual aspecto en forma de L, con una bodega en la planta baja, una amplia cocina y una pequeña cuadra que acogía los animales que necesitaba una familia rural a finales del XIX.
Desde que yo recuerdo, la casa estaba rodeada por las fachadas oeste y sur, extendiéndose hasta casi el fondo de la finca, por un emparrado alto formado por cepas de diferentes variedades de uvas blancas y tintas: loureiro, treixadura, caíño y albariño. Se pueden ver por la finca postes monolíticos de granito que sujetaban los emparrados y que recuerdan que, tiempo atrás, las vides eran mucho más numerosas y que la bodega de la planta baja servía para almacenar una “generosa” producción de vino seguramente destinado a la venta además del consumo propio. En el jardín está el pié de la ultima prensa que hubo en la bodega.
Con el tiempo, las vides cedieron protagonismo, y mi abuelo, quien heredó la casa materna, heredó también el oficio de su padre, el de herrero. Delante del portal principal de la casa estaba ubicada la fragua de la que los únicos vestigios que conocí, son las grandes piedras que conformaban sus paredes y hoy están dispersas por la finca con diferentes y variopintas funcionalidades.

